miércoles, febrero 27

El siglo xx

EL SIGLO XX

La primera generación literaria que se dio en el siglo XX fue la de "La alborada" (1909), y Rómulo Gallegos es su figura central. Coetáneo con ellos se desarrolló el trabajo novelístico de José Rafael Pocaterra (1889-1955), cuyas narraciones están más cercanas al naturalismo. Se le considera la figura esencial de la narración corta venezolana por sus Cuentos grotescos (1922); sus novelas Vidas oscuras (1916) y La casa de los Abila (1946) se encuentran entre las mejores que escribió. Contemporánea suya fue Teresa de la Parra, quien noveló en sus dos únicos libros, Ifigenia (1924) y Memorias de Mamá Blanca (1929), el carácter marginal en que vivía la mujer venezolana y memoró el fin de un universo vivencial. Durante este mismo periodo, finales de la década de 1920, Rómulo Gallegos llevó a la madurez la novela venezolana a través de Doña Bárbara (1929), Cantaclaro (1934) y Canaima (1935).

La poesía del mismo periodo la encabezaron los miembros de la generación de 1918. Entre ellos se destacan las obras de Fernando Paz Castillo (1893-1981), José Ramos Sucre y Andrés Eloy Blanco. Como una isla quedó uno de los fundadores de la modernidad poética: Salustio González Rincones. Durante este periodo la mujer insurgió en el dominio de la literatura. La lección de Teresa de la Parra fue seguida por singulares poetas como Enriqueta Arvelo Larriva (1886-1963), Luisa del Valle Silva (1902-1962), Mercedes Bermúdez de Belloso (1915- ) y una pléyade de narradoras cuya principal figura es Antonia Palacios. Rafael Angarita Arvelo (1898-1971), sistematizador del sendero de la novela, y Julio Planchart (1885-1948) se contaron entre los más hondos intérpretes del fenómeno literario en esos días.

La vanguardia se impuso en Venezuela en torno a 1928 con la publicación del número uno y único de la revista Válvula. Pese a ello, ya Antonio Arraíz (1903-1962) había abierto el sendero con su poemario Áspero (1924). Miguel Otero Silva (1908-1985) y Pablo Rojas Guardia (1909-1978) se contaron entre sus poetas más influyentes.

En la ficción narrativa Julio Garmendia había abierto el sendero del tratamiento fantástico de la narración corta con La tienda de muñecos (1927). Al año siguiente Arturo Uslar Pietri ofreció otro modelo de renovación a través de Barrabás y otros relatos (1928) con el cual inició una de las obras centrales del cuento venezolano.

Poco después, Uslar Pietri enriqueció la novela con Las lanzas coloradas (1931). A él siguieron novelistas que dejaron su impronta en la narrativa mayor, como Enrique Bernardo Núñez con Cubagua (1931), Guillermo Meneses con El falso cuaderno de Narciso Espejo (1953), Miguel Otero Silva con Casas muertas (1954) o La piedra que era Cristo (1984) o Ramón Díaz Sánchez con Mene (1936) y Cumboto (1950). Durante este mismo periodo pudieron leerse los primeros ensayos de Mario Briceño Iragorry, Augusto Mijares, Mariano Picón Salas y del propio Uslar Pietri.

En 1936, terminada la dictadura (1908-1935) de Juan Vicente Gómez (1857-1935), se inició un nuevo periodo político en el país. Éste tuvo también su impronta literaria. Se expresó primero en el decir poético del grupo literario Viernes (1939), el cual trajo nuevos aires más contemporáneos a la poesía. Su figura central fue el poeta Vicente Gerbasi. No puede dejarse de señalar la significación que tuvo también el poeta Luis Fernando Álvarez. Críticos como el alemán Ulrich Leo (1890-1964) o el erudito español Pedro Grases (1909) se sumaron a la aventura de los viernistas. El primero propuso los puntos de vista críticos para interpretar la estética de Viernes.

Durante este mismo tiempo se hizo sentir el magisterio crítico del profesor Eduardo Crema (1892-1974) e inició su labor de intérprete de las letras venezolanas Luis Beltrán Guerrero. También a finales de la década de 1930 hizo su aparición el poeta y crítico Juan Liscano. Su obra poética es de las más singulares de la aventura creadora venezolana. Gran animador del debate cultural a partir de 1936, ha sido el poeta y comentarista Pascual Venegas Filardo (1911- ). El periodismo literario tuvo su gran iniciador en José Ratto Ciarlo (1904- ), creador en 1945 de la página de arte de El Nacional.

En 1942 surgió el grupo de poetas que fue bautizado con el nombre de ese año. Aedas significativos como Juan Beroes, Ana Enriqueta (1918- ), Ida Gramcko, Luz Machado y Luis Pastori forman parte de esta promoción.

En 1946 apareció el grupo Contrapunto, el cual, si bien tuvo poetas como José Ramón Medina o Rafael Pineda (1926), contribuyó a la mayoría de edad del cuento. Entre sus cultores se cuentan verdaderos maestros, como Gustavo Díaz Solís o Héctor Mújica (1927- ). En esta promoción quien pugnó por innovar la novela fue Andrés Mariño Palacio a través de Los alegres desahuciados (1948). Sus Ensayos (1967) deben considerarse como la exposición de aquello que se propuso hacer a través de la prosa de ficción, ya que él fue el crítico de esta generación. Durante este mismo periodo hay que destacar la obra ensayística de J.L. Salcedo-Bastardo (1926- ), Guillermo Morón y los críticos Óscar Sambrano Urdaneta, Alexis Márquez Rodríguez, Efraín Subero (1931- ), Domingo Miliani y Orlando Araujo, cuyas obras se conocieron a partir de las décadas de 1950 y 1960.

El gran cambio dentro del decir poético se realizó en la década de 1950 a través del libro Elena y los elementos (1951), del poeta Juan Sánchez Peláez. En esa misma década los nombres de Rafael José Muñoz y Alfredo Silva (1933) constituyen otros hitos de la poesía, la cual se eslabonará luego con la de los poetas de la década de 1960.

Los nombres de Juan Calzadilla, el primer poeta verdaderamente urbano de la literatura venezolana, Ramón Palomares, Guillermo Sucre, Rafael Cadenas, Francisco Pérez Perdomo y Miyó Vestrini (1938-1991) forman el cuadro esencial de este periodo. La renovación de la narrativa será la obra de Salvador Garmendia a través de Los pequeños seres (1959); Garmendia, Adriano González León y Rodolfo Izaguirre contribuyeron a un cambio en la perspectiva del narrar. En el ensayo hay que nombrar a Elisa Lerner, a críticos como Guillermo Sucre, Ludovico Silva (1937-1988), Francisco Rivera o Arturo Uslar-Braum (1940-1991), ensayista singular.

La poesía de la década de 1960 la dominan Eugenio Montejo y Luis Alberto Crespo; la de 1980, Yolanda Pantín y Rafael Arraíz Lucca (1959- ); la narrativa, figuras como José Balza, Francisco Massiani, Luis Britto García, Denzil Romero, Guillermo Morón, Gustavo Luis Carrera (1933- ), Ana Teresa Torres (1945- ), Laura Antillano (1950- ) y Stefanía Mosca (1957- ); el ensayo, Juan Carlos Santaella; y Víctor Bravo (1949- ) y Javier Lasarte (1955- ), la crítica literaria.

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